domingo, 31 de marzo de 2013

Portadores de Sabiduría


Nuevas latitudes de la experiencia 
humana en la Tierra

Escribe: Miguel Grinberg



Imágenes: Andrés Bestard





"Estamos viviendo en la mayor revolución de la historia, un enorme cataclismo espontáneo de la especie humana íntegra: no la revolución planificada y llevada a cabo por algún partido, raza o nación en particular, sino un profundo y elemental hervor desbordante de todas las contradicciones internas que siempre habitaron al hombre, una revelación de las fuerzas caóticas dentro de cada cual. No es algo que hayamos elegido, ni es algo que podamos eludir. Esta revolución es una profunda crisis espiritual del mundo entero, manifestada vastamente con desesperación, cinismo, violencia, conflicto, auto-contradicción, ambivalencia, temor y esperanza, duda y creencia, creación y destructividad, progreso y regresión, apego obsesivo a imágenes, ídolos, slogans, programas que embotan la angustia general sólo por un momento hasta que estalla por doquier de un modo más agudo y terrorífico... El hombre está preparado para convertirse en un dios, y en cambio a veces luce como un zombie."
Thomas Merton

En este preciso instante, en esta zona del orbe que llamamos Tierra, tiene lugar un acontecimiento trascendental a la vez traumático y regocijante. Es como el nacimiento de un bebé, pero a escala global. Se trata de una emergencia generativa que no tiene precedentes y que, por lo tanto, le exige un esfuerzo titánico a nuestra capacidad de percepción. Por primera vez en la historia de nuestra especie, estamos en condiciones de trascender nuestra animalidad básica y de ingresar a territorios inexplorados de la experiencia evolutiva. Fluidamente, sin compulsión ni violencia.

Estamos dándonos a luz a nosotros mismos como seres noéticos (portadores de espiritualidad consciente). No es algo que se esté llevando a cabo como precedido por una planificación premeditada, sino que se inventa a sí mismo en el mismo momento de acontecer. Y porque sucede, se hace posible. Esta eclosión de energías reveladoras es la desembocadura de un prolongado proceso de refinamiento del potencial humano a través de los siglos. Maestros iluminados, visionarios anónimos, mesías, avatares, profetas e iniciados de intensidad y proyección variadas, fueron modulando la sustancia de este largo peregrinaje a través de la expansión transformadora de la consciencia humana.

Este autor llama eco-espiritualidad a la fuerza motriz de esta epopeya, porque es tanto una recreación del hecho de "vivir en la Tierra" (realidad física) como una ligazón incondicionada con la "energía divina" (realidad suprema). Existen muchas distorsiones y prejuicios ante el uso del adjetivo "espiritual", y conviene hacer algunas aclaraciones al respecto para reducir al mínimo los malos entendidos (bien intencionados o de los otros).

La Metafísica (más allá de la física, en griego) es la rama de la filosofía que investiga sistemáticamente la naturaleza de los principios basales y los problemas de la realidad última. Se complementa con la Ontología (estudio del ser) y la Epistemología (exploración de la naturaleza y del origen del conocimiento). La Teología estudia la naturaleza de Dios y las verdades religiosas.
Dentro de los vastos territorios filosóficos, existe una doctrina llamada Espiritualismo que –tanto ante los fenómenos naturales como ante los valores morales– sostiene la independencia y la primacía del espíritu con relación a las condiciones materiales, afirmando que los primeros constituyen una manifestación de fuerzas anímicas o vitales, y los segundos creaciones de un ser superior o de un poder natural y eterno, inherente al hombre. Simultáneamente, el Espiritismo es una creencia en la supervivencia del alma y en la posibilidad de comunicación a través de médiums (personas capaces de recibir mensajes de ultratumba debido a sus facultades psíquicas especiales) entre vivos y muertos, entre los espíritus encarnados y los desencarnados.

El término latino "spiritu" se ha referido tradicionalmente al principio vital o a la energía animadora de las criaturas vivientes: el segmento inmaterial del ser humano. Pero también ha servido para referirse a entidades sobrenaturales como ángeles, demonios, hadas, gnomos, elfos y duendes. En el mundo cristiano, el Espíritu Santo es la tercera Persona de la Trinidad. Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas afirman que la Virgen María concibió a Jesús del Espíritu Santo, que el Espíritu de Dios descendió sobre Jesús en el bautismo, y que Jesús estaba pleno del Espíritu Santo cuando rechazó las tentaciones de Satanás en el desierto. En el Evangelio de Juan habla Jesús del Espíritu Santo como del "Consolador" (el término griego es "Paracleto") y del Espíritu que guiará a los hombres por la senda de la verdad, y estará con ellos para siempre como presencia continua de Dios.

 


A partir de aquí, hay bibliografías infinitas que densifican ilimitadamente la conversación. Muchos pueblos antiguos creían en la existencia de espíritus astrales que vivían en diversos cuerpos celestes. A veces aparecían como ángeles caídos, y otras como almas humanas que aún no habían alcanzado el cielo. En ocasiones, se trataba de espíritus malignos o demonios que se inmiscuían en los asuntos humanos. Tales ideas primitivas han dejado huellas profundas en las leyendas populares y en el ocultismo. Según Paracelso (alquimista y físico suizo, 1493-1541) todo ser humano y aun toda partícula de materia tiene un elemento astral o sideral. En los siglos XIII y XIV se llamó "espirituales" a los frailes franciscanos que practicaron la regla de San Francisco de Asís (1181-1226, padre espiritual de algunos movimientos ecologistas actuales) en su modalidad más rigurosa, especialmente lo referido a la pobreza, y se convirtieron en promotores de movimientos místicos y milenaristas. Algunos de ellos se unieron a los fraticelli y otros murieron en las hogueras de la Inquisición.

Habitualmente, pensadores actuales definen al espíritu como "aliento vital", según etimologías antiguas de origen griego, hebreo y latino, señalando que la vida espiritual tiene sus raíces en el cuerpo. El tema se complejiza cuando se define al alma como principio inmortal o "chispa divina" del hombre: teológicamente aparece como la naturaleza espiritual del hombre considerada en relación con Dios y definida como inmortal, separable del cuerpo a la hora de morir, y susceptible de goce o desgracia en un estado futuro. O sea, como espíritu desencarnado.

En este escrito, se asume lo espiritual sin ligarlo a una religión específica, fuera de especulaciones místicas, ocultistas, gnósticas, panteístas o sobrenaturales, libre de fantasías de índole inmaterial o incorpórea. Se habla del espíritu como nous o fuerza explicadora de las cosas (según los griegos), de la mente como totalidad de los procesos psicológicos, y del alma (del latín anima) como soplo, exaltación, aliento o principio activo de la vida.

Algunos de los prejuicios más comunes en esta zona surgen por igual de círculos religiosos tradicionales y de grupos ideológicos ateos. Para los primeros, toda "espiritualidad" no inscripta en el dogma pertinente resulta sospechosa y sujeta a repulsa, como agente de heterodoxias si no paganas, por lo menos inaceptables. Para los segundos, todo lo espiritual es sinónimo de "religión" o de "clericalismo" y por consiguiente les resulta menester combatirlo.

El nous ha dado origen a dos términos cruciales: noética y noósfera. Este último fue creado por el sacerdote jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) y designa la "capa pensante" humana que recubre la Tierra. Es la envoltura energética formada por toda la actividad espiritual de los humanos: vasta trama psíquica cuya aparición se remonta a los primeros hombres, en la aurora del pensamiento reflexivo, y cuya densidad no hace más que crecer en función del número de seres humanos y de la calidad de su pensamiento, su consciencia evolutiva y su predisposición transformacional. Dijo: "La Noósfera no puede funcionar sino liberando siempre más, y a un potencial más elevado, la energía espiritual". En el curso de la evolución, el desarrollo de la consciencia no reflexiva se designa como psicogénesis. En el momento de la aparición del hombre, la psicogénesis se trasforma en noogénesis o génesis del pensamiento reflexivo: "La psicogénesis nos había conducido hasta el Hombre. Se borra ahora, relegada o absorbida por una función más elevada: el alumbramiento primero, luego todo el desarrollo del Espíritu, la Noogénesis".

LA VIDA DESCARTABLE

La trivialización de la vida contemporánea ha apartado a las personas cotidianas de la posibilidad de introspección y de refinamiento de sus potenciales espirituales. Las ha incrustado en una visión del tiempo completamente restrictiva y esterilizadora, sujeta a rituales recurrentes de consumo y a credos materialistas que bloquean toda iniciativa de conscientización reveladora. Han sido reificadas o convertidas en cosas, tan descartables como los envases y los objetos que asfixian a la naturaleza. Perdidas en esa maraña de "externalidad", oscilan entre la desesperación y el aturdimiento, a la espera de buenas noticias que jamás llegan.

No promovemos el retorno a la Grecia antigua, pero cabe recordar que desde muy antiguo distinguían entre la psyche (ser individualizado, singular e irreductible) y el thymos (impulso indiferenciado que caracteriza a todo ser vivo y que alcanza su potencia máxima en el caso humano). No obstante, a veces psyche designa un mero principio de animación, al menos por su significado original de "hálito". La mayor parte de los términos que significan "alma" poseen este significado primitivo. Fue posteriormente Aristóteles quien introdujo una división tripartita en el alma, al hablar de una parte vegetativa (propia de las plantas), una parte sensitiva (propia de los animales) y una parte racional (propia de los hombres). 

Esto no significa que el hombre sólo tenga un alma pensante, sino más bien que ésta caracteriza al ser humano respecto de los demás seres. Esta alma pensante, segmento superior del conjunto, puede llamarse pneuma (espíritu), antes que psyche. El alma humana es de naturaleza espiritual y reflexiva, y es una herramienta de amor.

No es necesario extenderse sobre el amor en cuanto a la unión entre personas: se conoce o no se conoce. Es la forma suprema que toma la consciencia humana, la energía fundamental que mueve el universo. La energía cósmica es energía de amor. Sentido sexual, sentido humano, sentido cósmico, son manifestaciones interdependientes. Teilhard destaca: "El Amor es la sangre misma de la Evolución espiritual. Es una función de tres términos: el hombre, la mujer y Dios, que se revela a nuestra consciencia por el sentido sexual, por el sentido humano, por el sentido cósmico. El amor-energía, bajo todos sus matices, no es ni más ni menos que la señal en forma más o menos velada, que se halla colocada en el corazón de cada elemento por la Convergencia psíquica sobre sí mismo del Universo. Sólo un verdadero super-amor (es decir, sólo la atracción de una verdadera super-persona) puede, con necesidad psicológica, dominar, captar y sintetizar la multitud de otros amores de la Tierra".

En perspectiva, la obra humana prioritaria consiste en recobrar cierta cualidad espiritual y sagrada, a modo de renovación o recreación, con libertad para procurar verdades más elevadas. En este sentido, podríamos sostener que el Génesis no ha concluido, se proyecta en el tiempo y el espacio como desafío para encarnar la evolución cósmica en el "aquí y ahora". Nuestra época desnaturalizada posee una sola palabra para el "tiempo". Los griegos tenían dos: chronos (el tiempo del reloj, el tiempo que se mide) y kairos (no el tiempo cuantitativo del reloj sino el tiempo cualitativo de la ocasión). Todos experimentamos en nuestras vidas la sensación de que llegó el momento adecuado para hacer algo, que estamos maduros, que podemos tomar una decisión determinada. En cierto modo, todos nosotros somos Adán y Eva.

La raíz etimológica oikos (morada), punto de partida de la Ecología como ciencia que estudia las interrelaciones del mundo natural, se expande para insertarse en el mundo espiritual y para abrirnos perspectivas sólo advertidas fragmentariamente a través de este tiempo caníbal. Dos gigantescas guerras mundiales (1914-18 y 1939-45) y la actual furia homicida notoria en los Balcanes, el Asia Menor o el Medio Oriente, junto con la triste memoria de los epígonos europeos totalitarios de la nación-estado (Hitler, Mussolini, Stalin y Franco), ilustran la agonía del Viejo Mundo en lo referido a la apertura de metas luminosas para el crecimiento espiritual de nuestra especie. Hoy que Occidente celebra la disolución del Imperio Soviético como un triunfo del capitalismo, no podemos menos que advertir que no es otra cosa que un prólogo de la disolución del Imperio Estadounidense. Un estado de coma que el atormentado cineasta ruso Andrei Tarkovski resumió de este modo años atrás: "Hay motivos de sobra para las aflicciones en nuestra civilización: el desarrollo material y tecnológico avanza más y más por un lado, dejando atrás el aspecto espiritual. Hay un conflicto entre el desarrollo material y el atraso espiritual". Le faltó aliento para descubrir que tal desarrollo material no es avance sino retroceso, y que no hay atraso espiritual alguno en el universo: sólo hay negación de lo espiritual en los baluartes de la mentalidad totalista de los traficantes de odio, miedo e infelicidad.

No postulo desde la eco-espiritualidad una nueva filosofía: nos aplicamos a sintonizar cierto amor planetario que anda dando vueltas. La "filosofía" ha sido el estudio de los procesos que gobiernan el pensamiento y la conducta, o la investigación de los principios que regulan el universo y sustentan toda realidad. Amor (philos) a la sabiduría (sophia): noble causa. Pero queremos ir más allá de las especulaciones filosóficas o teológicas. De los circuitos cerrados de "iluminados" a prueba de convivencia.



Nuevo "estado de gracia"




La existencia humana es moldeada por dos pulsiones supremas: la vida y la muerte. Que en la era actual se entrelazan con dos procesos mentales dramáticos: por un lado, el esfuerzo del individuo para afirmar su identidad a medida que toma consciencia del potencial evolutivo de su especie y, por el otro, la presión masificadora del Estado moderno, convertido en una maquinaria deshumanizante.


Escribe: Miguel Grinberg

Imágenes: Andrés Bestard


Así como en la antiguedad el clan, la tribu, la aldea y la comarca (hoy se diría la "biorregión" o la "eco-cultura") constituían el marco operativo real donde se desarrollaban los potenciales de sus miembros, así en la modernidad las inmensas ciudades y sus opacos suburbios, los núcleos fabriles y la trama de oficinas administrativas promovieron la configuración de un hombre-masa ajeno a su propia naturaleza y divorciado del orden universal.




Según el psicoanalista Erich Neumann, "la convulsión social que se abatió sobre el hombre moderno y en cuyo centro borrascoso hoy nos encontramos llevó, con su conversión de todos los valores, a una desorientación del individuo y del todo, cuya repercusión experimentamos y sufrimos diariamente, tanto en términos políticos, en la vida colectiva, o en la vida individual. (...) El ego del hombre moderno que se entregó de esa manera, sucumbe a un proceso reaccionario de masificación y es victimizado por la sombra colectiva, por un hombre-masa que está dentro de él. Mientras que en una psique integrada, el elemento negativo posee un lugar significativo, como descomposición y como muerte, vuelto caos y materia prima toma el peso del plomo y demuele el crecimiento: fragmenta la psique y con un ego derrotista y regresivo se convierte en un cáncer y un peligro nihilista. Con la desintegración de la consciencia del ego, todas las posiciones construidas en el curso del desarrollo humano son destruidas regresivamente, como en una psicosis" .




En esta vorágine de acontecimientos colectivos patéticos, reflejados sin cesar por los programas de "noticias" de la radio y la televisión, los titulares de la prensa amarilla, la corrupción de las clases dirigentes, el activismo impotente de multitudes no resignadas a ser tratadas como material descartable, la violencia de grandes sectores de la juventud agobiada por el tedio y el sinsentido de haber nacido en una sociedad deformada, las toxicomanías expansivas, la delincuencia irracional y guerras civiles de todo calibre, el hombre-masa se solidifica y se contrapone a la formación y al desarrollo de la consciencia y al mundo de la cultura, y pasa a ser irracional, letalmente emotivo, antiindividual y destructivo. Y en el sentido más negativo del término "arcaico" pierde los lazos que lo identificaban con su ser solidario y adquiere matices de hombre-bestia. El propio anonimato del individuo masificado intensifica el accionar de su lado sombrío y desata una infinidad de rituales sádicos.

Cada vez más gente advierte que una portentosa transformación tiene lugar actualmente de modo simultáneo en el seno de la humanidad, en la configuración del planeta Tierra y en el contexto del universo. El orden de los factores no altera la epopeya. Si bien quienes la perciben todavía constituyen una minoría, ello no la descalifica. Su relevancia excede el lenguaje y sobrepasa la imaginación. Pasa inadvertida para las muchedumbres, pero desde hace más de medio siglo viene siendo advertida en diversas latitudes por hombres y mujeres que captan en general sus dinámicas e intuyen en particular sus perspectivas. Se trata al mismo tiempo de una convulsión terrenal dramática y de una revelación espiritual evolutiva. Quienes la han estudiado llegaron a la conclusión de que la mentalidad y la estructura con que hoy toman decisiones las principales instituciones políticas, económicas y religiosas son inadecuadas para resolver los crecientes problemas de desequilibrio, creados tecnológica y organizativamente durante la Revolución Industrial del mundo occidental.




Al abordar la eclosión de un modo de pensar en sintonía con esta inédita circunstancia, el científico Allerd Stikker resaltó que "se basa en una sofisticada percepción de la potencialidad de una inminente transformación del proceso evolutivo de nuestro planeta dentro de los venideros cincuenta años, y en la necesidad de reconocer las condiciones imprescindibles para que se produzca tal modificación: restaurar la armonía individual y el equilibrio dinámico de la humanidad en relación con la naturaleza a escala local y global" .




TECNOESFERA




Durante los últimos doscientos años, las sociedades científica y tecnológicamente más avanzadas violentaron sin remordimientos el orden natural mediante la implantación desmedida de establecimientos industriales, emporios químicos y maquinarias emisoras de gases tóxicos, que constituyeron una tecnosfera expandida destructivamente a expensas de la biosfera y la atmósfera. Con la expansión de las ciudades y el asfalto desaparecieron miles de kilómetros cuadrados de bosques vírgenes y llanuras aptas para el cultivo. Efluentes nocivos artificiales de gran potencia fueron desagotados sin límite en ríos, mares y océanos. Compuestos sintéticos peligrosos se incorporaron al mundo vegetal sólo en función de los intereses lucrativos de enormes emporios agroalimentarios. 



Metrópolis y megalópolis crecieron y se mantuvieron demandando más y más energía eléctrica, combustibles derivados del petróleo y agua potable, emitiendo al mismo tiempo gigantescas masas de desechos perniciosos, efluentes cloacales, polución térmica y perturbación psíquica. El advenimiento de la Edad Atómica —iniciada como recurso de guerra extrema y seguida como industria nucleoeléctrica— aportó un lastre fatídico de basura radiactiva para la cual no existe solución técnica, salvo aislarla durante decenas de miles de años.




Fue así que durante los siglos XIX y XX, la mentalidad y el formato para la toma de decisiones desde los centros de poder políticos y económicos de Europa y Estados Unidos (el Occidente cristiano) —desembocando en una especie de feudalismo electrónico— fue adquiriendo matices impropios e incapaces de encarar y resolver serios desequilibrios provocados por la innovación tecnológica y el desarrollo organizativo del mundo capitalista.




El geoteólogo Thomas Berry lo expresó de este modo: "Tenemos que reinventar al ser humano. Y, en cierta forma, tenemos que reinventar a la Tierra. Pero nosotros todavía no podemos hacer lo que se necesita hacer, solamente la Tierra puede hacerlo. Las fuerzas de la vida devolverán una cantidad asombrosa de las cosas más maravillosas del planeta solamente si les permitimos que funcionen. Así como es el mundo exterior, así es el mundo interno. Si destruimos el mundo exterior, destruimos nuestro mundo interno. Y el no entender eso y heredar un mundo degradado, un planeta degradado, produce humanos degradados. Y humanos degradados continuarán degradando mucho más el planeta. Ahora hay algo de lo que hablo con frecuencia. Lo denomino momentos de gracia. Hata diría que existen momentos cosmológicos de gracia. Esta palabra se usa generalmente en un contexto religioso, pero pienso que esos grandes momentos en el universo, cuando el futuro fue determinado en una forma muy profunda –momentos cuando estaba también al borde de la catástrofe–, son momentos de gracia" .





En consecuencia, nuestra especie enfrenta una disyuntiva extrema: evolución o extinción. No se trata de de un argumento fantasioso. Todo se encuentra en estado de convulsión: el clima, el entorno natural terrestre, las sociedades humanas y los individuos en el planeta entero. Pero a diferencia de los ocasos irreversibles que en el pasado borraron de la realidad a una notable cantidad de culturas y civilizaciones en latitudes diversas, ahora está en juego la totalidad del globo que habitamos.




A pesar de las abundantes evidencias al respecto y de la gravedad de la situación, la cantidad de personas que se detiene a considerar los matices de esta encrucijada histórica es reducida. O sea, no se trata de una percepción multitudinaria. Mas bien constituye una consciencia de minorías, pues la multitud oscila entre la indiferencia y el aturdimiento.




Esto último no es accidental. Ocurre como resultado de un proceso de insensibilización social metódicamente programada durante el último siglo y que constituye el eje de la llamada sociedad de consumo . Que consiste en una hipótesis de "abundancia" y "plenitud" adquisitiva apuntada a convertir a toda la humanidad en una pléyade de consumidores y contribuyentes impositivos. La falacia que se oculta detrás de esta monumental manipulación colectiva es conocida como tecnocracia, o sea, una forma de gobierno mundial según la cual el control es ejercido por una selecta élite de burócratas y políticos apoyados en un sistema diseñado por técnicos y científicos y manipulados por una vasta trama de clanes corporativos, cuyos economistas manejan financieramente la totalidad de nuestro planeta.



Berry destaca también que la última década del siglo XX podría considerarse como un momento de gracia porque a partir de entonces estamos despertando de una fase destructiva y ahora hay posibilidades que no existían hace diez años, o aun hace cinco años. Si estas posibilidades pudieran ser activadas a un orden profundo de magnitud, podríamos comenzar con lo que él denominó la Era Ecozoica . Hemos tenido la Paleozoica, la Mezozoica y la Cenozoica, y a él le gusta hablar acerca de la Ecozoica como el próximo período, en el que los humanos se presenten al planeta en un mutuo acrecentamiento: "En unos cuantos años mi generación ha destruido más que todas las anteriores generaciones puestas juntas. Hemos devastado el planeta. Eso es una enormidad. Lo importante ahora no es lo que ha acontecido en el pasado, a pesar de que sí necesitamos saberlo. Es mas bien cómo vivir en el futuro, cómo desarrollar una forma de ser creativo en cada fase de la vida para que pueda existir un futuro viable, un futuro que tendrá un ingreso que evocar las energías psíquicas que necesitamos para poner adelante un vasto esfuerzo creador. Si entramos juntos en la dinámica del saneamiento total del universo y del planeta, se puede hacer".




El siglo XX fue al mismo tiempo una cumbre y un abismo. Durante su transcurso, la humanidad logró remontarse a niveles descomunales de su potencial inventivo en el campo tecnocientífico. Pero al mismo tiempo se desbarrancó hacia zonas espantosas de barbarie, donde el genocidio y la destrucción del entorno natural dejaron hondas cicatrices en la conciencia colectiva. Nominalmente, se superaron infamias de siglos precedentes, como el colonialismo y la esclavitud, pero en realidad aparecieron otras dinámicas totalitarias que siguieron destrozando la existencia de generaciones enteras en numerosas latitudes del globo.




Nuestro planeta, la humanidad y el cosmos, son al unísono parte de la totalidad de un proceso universal dinámico, coherente e interactivo. Se trata de un vínculo libre de jerarquías, lo cual significa que el ser humano posee dones especiales pero no se encuentra por encima de la naturaleza: es parte de ella. La vida terrestre mantiene una conexión expansiva con la energía del universo y es en su propio contexto físico, mental y espiritual que el individuo evolutivo se asume como parte integral del proceso que lo abarca, refinando sin cesar sus potenciales de intuición y espontaneidad.




Es así como se consolida la evolución humana: con marchas y contramarchas constantes. Pero ahora, el "estado de gracia" no emana de una revelación sobrenatural ni de la proclama irresistible de un profeta iluminado. Si bien hasta aquí, el proceso evolutivo de nuestra especie fue inconsciente y ocurrió como parte de los ciclos que se aprecian desde siempre entre el cielo y la tierra, a partir de ahora nuestra marcha evolutiva será consciente , asumida paso a paso por todos los que se sientan —genética y espiritualmente— convocados para ello. Como antesala de una edad nueva, y en sintonía con las energías supremas de la creación. 




Amanecer Índigo


Nacen en todo el mundo criaturas con la misión de pacificar a la humanidad


AMANECER DE LOS NIÑOS ÍNDIGO


Escribe:  Miguel Grinberg


Imágenes: Omar Panosetti
 




No se trata de un fenómeno sobrenatural ni se inscribe en los parámetros de la ciencia-ficción. Es un dato concreto de la realidad. Durante los últimos veinte años se ha verificado el nacimiento incesante de niños "diferentes", que en primera instancia causan estupor o desconcierto en sus padres, dado que a medida que crecen sus conductas no responden a todo lo que el mundo de los adultos da por sobreentendido. Literalmente, no calzan en los moldes preestablecidos.



Durante las últimas dos décadas, médicos pediatras, educadores y asistentes sociales vienen siendo testigos de un fenómeno infantil que no registra antecedentes en los anales de la medicina y la pedagogía. Se trata de la irrupción de una nueva especie de criaturas que poseen características espirituales, anímicas y motrices muy diferenciadas de lo que tradicionalmente se consolidó a través de la cultura humana.

Varios libros algo distantes, publicados en Estados Unidos y Europa, han abordado el fenómeno y coinciden en utilizar una denominación común para estos seres sorprendentes: los llaman Niños Índigo

En lo que se refiere a su desempeño cotidiano, y esto ya empieza a ser advertido claramente cuando comienzan a ser "socializados" en el jardín de infantes, en general estos niños evidencian por una parte falta de concentración o de atención, y por otra parte se distinguen por lo que técnicamente la pediatría denomina hiperactividad. Tanto en el jardín como en su hogar, se desentienden de las pautas que intentan concretar los mayores y al mismo tiempo manifiestan un dinamismo físico desmesurado y resulta casi imposible mantenerlos callados. Esto último ha impuesto en todo el mundo el uso de una droga cada día más corriente, denominada metilfenidato.

Una de los primeras referencias sobre este fenómeno generacional fue efectuada hace más de una década por el espiritualista estadounidense Drúnvalo Melchizedek, quien indicó que a partir de 1982 habían comenzado a nacer muchos niños con el "tercer ojo" abierto, o sea, con una activación incentivada de lo que en Occidente conocemos como "intuición" o "sexto sentido". Posteriormente, cuando ya se utilizaba ampliamente la denominación "niños del nuevo sueño", el mismo explorador de la consciencia humana declaró: "Hay tres tipos de niños que emergen hoy en el mundo. Los primeros aparecen en China desde 1984 y son llamados ‘niños super-psíquicos’. Los segundos son los ‘niños Índigo’. Y los demás se clasifican como ‘niños del sida’, que nacieron en Estados Unidos infectados por sus progenitores y hasta los seis años eran seropositivos. Y de pronto, el HIV desaparecía. El primer caso fue estudiado por la Universidad de California en Los Ángeles, y se descubrió que, a diferencia de todos los mortales, en el su código genético (ADN) poseían cuatro ácidos nucleicos adicionales. O sea, traen un sistema inmunológico fortalecido".

Las novedades de 1982 fueron documentadas por la investigadora estadounidense Nancy Ann Tappe, quien en su libro Understanding your life through color (Entendiendo su vida mediante el color) describía el advenimiento de niños con un "aura" (campo electromagnético de los seres humanos) de color violáceo o índigo. Tappe posee el don de ver naturalmente dichos campos, y afirmaba que la humanidad estaba ante un fenómeno sin precedentes.

Hoy se multiplican informes y libros sobre la temática de los niños Índigo en todo el mundo. Todos aseveran que ellos poseen atributos psicológicos insólitos, evidencian una elevada sensibilidad y llegan a nuestro mundo con la misión de promover un nuevo entendimiento en la especie humana. Se afirma que progresivamente su número crecerá velozmente en el planeta entero y que —comenzando por sus familias y siguiendo por los establecimientos escolares que frecuenten antes de llegar a la vida adulta— impulsarán la creación de una nueva sociedad basada en la honestidad, la solidaridad y el amor.

Momentáneamente, dado el grado de sutileza emocional de los niños Índigo y los procesos convulsivos y destructivos del mundo actual, muchos de ellos evidencian actitudes que los pediatras rotulan como distracción, hiperactividad o inclusive autismo (retracción personal). Pero en medio de esta vorágine algo debe ser resaltado de modo inequívoco: no todos los Índigo son ADD/ADHD y tampoco todas las criaturas con ADD/ADHD son niños Índigo.

En su libro The Indigo Children, publicado en Estados Unidos en mayo de 1999, los investigadores Jan Tober y Lee Carroll destacan que no se trata apenas de un fenómeno estadounidense, y que ya los han detectado en tres continentes. Su nacimiento no depende del grado cultural de sus padres ni de su posición social. Y resaltan que "los medios de comunicación social se abstuvieron de prestarle atención al tema porque no pueden admitir que esté naciendo una generación con la finalidad de transformar la sociedad, esta sociedad que presuntamente constituye un modelo estático e inmutable". 

Todos los profesionales que aportaron estudios al libro de Tober y Lee lo hicieron con la intención de proporcionar a los padres y educadores de los niños Índigo herramientas útiles para una convivencia creativa y, al mismo tiempo, para evitarles padecimientos innecesarios a quienes dentro de una generación estarían en condiciones de alterar —para mucho mejor— el calamitoso estado de nuestro mundo.

METILFENIDATO VERSUS ADD/ADHD

En inglés, la sigla ADD se refiere al Trastorno por Déficit de Atención (attention deficit disorder) y el ADHD indica Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (attention deficit hyperactive disorder). En Estados Unidos, ambas perturbaciones son caratuladas como "desórdenes neurológicos", y ya son tan comunes que afectan a unos dos millones de niños (el 5 por ciento de la población infantil). Se estima que por lo menos en cada aula de la enseñanza preescolar y primaria hay un niño con tal problemática, lo cual dificulta su desempeño en la clase y en los demás marcos sociales.

Ante estas circunstancias, los expertos se muestran trabados y desconcertados porque no logran ponerse de acuerdo sobre las causas exactas del ADD/ADHD. Tanto una conferencia de especialistas realizada en 1998 por los Institutos Nacionales del Salud, como otra de la Academia Americana de Pediatría en 2000, llegaron a la conclusión de que "no existen bases biológicas conocidas para tales afecciones". Un destacado neurólogo señaló: "Cuando más se estudia la hiperactividad o el ADD, menos certeza se tiene de lo que son, o si se trata de un millar de situaciones diferentes llamadas de la misma manera".


A lo cual agregó otro neurólogo: "No hemos identificado una causa única del ADHD, y de hecho probablemente un día se probará que es un término paraguas para una cantidad de desórdenes asociados". 

 


 En consecuencia, según los mayores especialistas, el mecanismo exacto que dispara el ADD es desconocido y el criterio de que el ADHD no es un síndrome comprobado tiene muchos adeptos, tanto médicos como educadores. No obstante, exista o no tal síndrome, resulta claro que muchos niños tienen dificultades en la escuela por su incapacidad de prestar atención. De allí el uso masivo de metilfenidato, para atenuar el auge de la hiperactividad infantil.

Dado que las hipótesis de los expertos son muy variadas, ello crea mucha más angustia y confusión entre los padres y los niños que padecen los síntomas. Por ejemplo, la Asociación Pedriática Americana elaboró una lista con catorce indicadores, de los cuales por lo menos ocho deben estar presentes para que se diagnostique que un niño padece ADD/ADHD. Ellos son: 1) mueven a menudo nerviosamente sus manos y sus pies, o se contorsionan cuando están sentados; 2) tienen dificultad en permanecer sentados cuando les es requerido; 3) se distraen fácilmente ante estímulos externos; 4) tienen dificultad en esperar su turno durante los juegos u otras actividades grupales; 5) con frecuencia emiten respuestas abruptas antes de que se hayan completado las preguntas; 6) tienen dificultad en seguir las instrucciones; 7) tienen dificultad en mantener la atención durante juegos o tareas; 8) suelen pasar de una actividad incompleta a otra; 9) no logran jugar con calma; 10) suelen hablar en exceso; 11) suelen interrumpir o avasallar a los demás; 12) suelen no escuchar lo que se está diciendo; 13) suelen olvidar los elementos necesarios para las tareas; 14) suelen envolverse en actividades peligrosas sin considerar las posibles consecuencias.

En EE. UU, numerosos padres comienzan a negarse a utilizar el metilfenidato por sus frecuentes efectos colaterales: nerviosismo, insomnio, pérdida de apetito, náuseas, palpitaciones, cefaleas, erupciones cutáneas, problemas digestivos y estados de depresión.



El pecado según Murena


EL PECADO, SEGÚN MURENA


Puede que los latinoamericanos hayamos desarrollado una extraordinaria Capacidad de Olvido. Sólo así se justificaría la habilidad maradoniana con que solemos gambetear la realidad impuesta, tan ajena, tan lejana a nosotros mismos. Este artículo aborda el pensamiento de un escritor y un ser excepcional de estas pampas: Héctor Álvarez Murena (1923-1975).


Escribe: Miguel Grinberg
Imágenes de Andrés Bestard
APM -  número 7

Existe un segundo pecado original, el desarraigo espiritual, que equivale a una expulsión, no del Edén sino del presunto Mundo Civilizado, y tal fue la materia prima con que Héctor Álvarez Murena construyó una visión del ser argentino que conviene evocar a varias décadas de su muerte.






En el año 1965, en un pequeño libro –hoy muy difícil de hallar– publicado por Sudamericana en su colección Piragua, el autor contaba que en los intelectuales el más alto promedio de suicidios se daba entre los sudamericanos. Y describía un anochecer de invierno en que caminaba por un barrio de Buenos Aires, "cuando la noche cae, cuando el don de la luz solar se retira y se ve a cada criatura marchar rápidamente hasta desaparecer, como si algo la persiguiera, cuando por fin las calles quedan desiertas, el barrio, con sus casas chatas, con sus rectos caminos, que parecen no ofrecer ningún amparo, se revela como el angustiante corazón de esta tierra, como el desolador símbolo de un mundo destilando la punzante tristeza de girar encerrado en sí mismo, mudo, prisionero del silencio, sin poder expresar el sentimiento que lo consume, sin haber conquistado aún ese temblor, ese grito que se llama espíritu".


El libro se llamaba El Pecado Original de América, y su autor –Héctor Alvarez Murena– aceleraría su partida una década después, a los 52 años, dejando otras obras cruciales como Homo Atomicus y Ensayos sobre la Subversión.

Como americano de primera generación, Murena abordó como pocos el tema del desarraigo espiritual en la vastedad de un continente tergiversado, postergado y mutilado. Y también, disecaba el afán imitativo que deformaba (y sigue deformando) la presencia de los argentinos en particular y los latinoamericanos en general) en un mundo cada día menos singular. Y sin embargo sostenía que América es una nueva tentativa del hombre para vencer el silencio mundial, para poblar la tierra inerte de la materia con la viva palabra del espíritu.

Para él, el "segundo pecado original" consistía en un desarraigo carente de contenido espiritual y en una vigilia donde el vacío devoraba las almas. Sostenía que en América no se ha logrado formar comunidades, sino sólo conglomerados, "bancos coralíferos de hombres" sin nada espiritual en común, donde la inseguridad profunda y la conciencia anormalmente aguda de la precariedad son agentes corrosivos que suscitan todo un sistema ético negativo –visible o pronto a aflorar en cualquier momento– cuyos atributos son la avidez desmesurada, la ostentación, las diferencias sociales vertiginosas, el falso refinamiento, la barbarie, el abuso, la ironía, la pasividad y la desconfianza.

"Americano de primera generación, el estupor inicial de abrir los ojos ante un panorama ajeno a mi sangre no deja de repetirse en mí día tras día", dijo cuando se producía esa segunda reedición de su libro, tras haberse agotado mucho antes la publicación original. "América es una presencia en mí en la medida en que soy americano, pero acaso aun más en la medida en que no lo soy. Esto explica en cierta forma el hecho de que mis primeras obsesiones, mis primeros escritos tratasen sobre América. No sólo representaba ésta la particular situación histórica y geográfica que me había sido dada –junto con muchos otros– para librar esa ambigua batalla que se conoce como vida o destino, sino que además me planteaba a mí en particular –aunque también junto con muchos otros– la impostergable necesidad de convertir en un mundo que viviese en mi alma, ese mundo que en gran parte se alzaba como un recinto en el que mi alma estaba prisionera".

La materia prima con que Murena elaboró El Pecado Original de América surgía de ese tipo de angustias personales y del análisis de la vida y obsesiones de otros escritores. Edgar Allan Poe le permitía analizar el parricidio o la matanza de los padres. En Horacio Quiroga y Roberto Arlt se daba el sacrificio del intelecto. Ezequiel Martínez Estrada brindaba una lección a los desposeídos, mientras Florencio Sánchez libraba una titánica batalla contra el silencio.





Remarcaba: "En unas décadas, sucesión impresionante de golpes de estado, caos, miseria incipiente: prueba de la índole americana de la Argentina, que se hace potente en sus negatividades por la soberbia de una comunidad que se empeñó en creer en las apariencias, que desatendió así los riesgos de su situación original. Y entre tales apariencias debe incluirse la piel. Porque el mestizaje americano –que en algunos países asume la forma racial– es de orden mental, espiritual. Este mestizaje surge del enfrentamiento de las criaturas con un ambiente histórico extraño al que les era habitual. Afecta tanto a los indígenas como a los recién llegados de Europa, o Asia: es indiferente del color de la piel, la raza. Por esa razón, por ser el mestizaje americano de orden mental, los problemas americanos suelen darse en la Argentina mucho antes que en los otros países de América, y a veces con mayor intensidad... No podemos continuar a España, ni podemos continuar a los Incas, o a cualquier otra cultura indígena que se desee invocar, porque no somos, ni europeos ni indígenas. Somos europeos desterrados, y nuestra tarea consiste en lograr que nuestra alma europea se haga con la nueva tierra... América es una nueva tentativa del hombre para vencer al silencio mundial, para poblar la tierra inerte de la materia con la viva palabra del espíritu."

Con prosa sutil y feroz a la vez, Murena declaraba que Roberto Arlt –magistral autor de Los Lanzallamas y Los Siete Locos– había descubierto en sí, y trasmitió a sus personajes, que los argentinos, los americanos, como los rusos, sienten una especie de ilegalidad vital, una des- autorización de sus existencias en el ámbito nacional, como si esa justificación estuviera reservada sólo para el occidente de Europa, una ilegalidad que se intenta superar con la búsqueda de la intensidad del sufrimiento, de los apretujones del dolor... "Un nuevo espíritu se paga caro", afirmaba Murena en la cumbre de sus propias angustias.

Y de inmediato, con crudeza total, declaraba que "los americanos somos los parias del mundo, como la hez de la tierra, somos los más miserables entre los miserables, somos unos desposeídos. Somos unos desposeídos porque lo hemos dejado todo cuando nos vinimos de Europa o de Asia y lo dejamos todo porque dejamos la historia. Fuera de la historia, en este nuevo mundo, nos sentimos solos, abandonados, sentimos el temblor del desamparo fundamental, nos sentimos desposeídos. Es el primer sentimiento que da la pura condición humana, es la condición humana misma. Porque precisamente el hombre es esa extrañísima criatura que no tiene un ser dado y cerrado a todo de antemano, como la piedra, como el animal que vive en el éxtasis de sus propios seres conclusos, sino un ser sólo posible, recién iniciado, que debe hacerse a sí mismo. Ni el ser acabado de la piedra ni el no ser: el hombre es necesidad de ser, sentimiento de lo que le falta para ser, angustioso sentimiento de desposesión en medio de un extraño mundo. Con el ser concluido, cerrado, el hombre sería un dios o una piedra. La humanidad es la angustia de ser posible, sólo posible, es el sentimiento de lo que se carece para ser, el vértigo de sentir a fondo que no se es nada: eso somos los americanos, a secas, parias."

Dos décadas después del dramático mutis por el foro que encaró H. A. Murena (como él solía firmar), terminamos por fin de caer al fondo del tacho de la historia, hemos desembocado por fin en la consciencia de ser y estar en América, en la trastienda de otro pecado, que como el original, significó la expulsión de un presunto paraíso. Somos al mismo tiempo el conquistador y el conquistado, la víctima y el verdugo. De nuestra capacidad de parar de comernos los unos a los otros como caníbales metafóricos, dependerá el porvenir argentino. Es el gran secreto del guerrero genuino, que consiste en transformar la destrucción del adversario en un acto de seducción. Y en este caso, en este particular instante de nuestra historia, conocemos bien al enemigo: somos nosotros mismos.




lunes, 18 de marzo de 2013

La Argentina Final


DISYUNTIVAS CRUCIALES EN EL UMBRAL DE UN NUEVO SIGLO: ¿TRAMPOLÍN, TOBOGÁN O RAMPA DE DESPEGUE?
LA ARGENTINA FINAL
Escribe: Miguel Grinberg

Imagen: Andrés Bestard


APM -  ACTUALIDAD PARA MÉDICOS
AÑO V - NÚMERO 34 - MARZO DE 2000



"Creo que actualmente hay dos Argentinas: una en defunción, cuyo cadáver usufructúan cuervos de toda índole que lo rodean, cuervos nacionales e internacionales; y una Argentina como en navidad y crecimiento, que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos como a una hija. El porvenir de esa criatura depende de nosotros y muy particularmente de las nuevas generaciones."


LEOPOLDO MARECHAL
(1900-1970)

Ahora que ya no existe la confrontación Capitalismo versus Comunismo y que el concepto de Globalización domina las transacciones materiales de los hombres de este planeta, todos los desafíos existenciales y éticos del siglo XX –desatendidos y hasta despojados de entidad– hacen crisis y arrastran con ella simultáneamente el ánimo de varias generaciones de argentinos.

Los jóvenes que concluida la Segunda Guerra Mundial (1945) apostaron a la Argentina de Perón, los jóvenes que en 1960 apostaron a la utopía de la violencia del Che Guevara, los jóvenes que durante el ciclo 1966-1983 resistieron el genocida accionar de variadas maquinarias dictatoriales (todos ellos convertidos ahora en veteranos nostálgicos), y los jóvenes de hoy –carcomidos por la virtualidad electrónica y la estupidez multipropalada–, advierten el sobrevuelo de los cuervos y no atinan a asumirse como individuos generadores de realidades diferentes.

No es fácil hacerlo. Los medios monopolistas de incomunicación social, centrados en la distracción y el disimulo al servicio de netos intereses lucrativos para los cuales la gente es un abstracto recurso renovable y que sólo interesa como acumulación de números y estadísticas, multipropalan la confusión bajo el tradicional adagio de "dividir para reinar". Nunca antes, en la Argentina y en el mundo, fue tanta la plenitud posible y –al mismo tiempo– la infelicidad colectiva.

Ya no tiene que ver con la guerra de las ideologías. Es otro tipo de guerra, que impulsa una ronda infinita de almas en subasta y de vocaciones destruidas.

Hay apenas dos tipos de economía: la de la abundancia y la de la escasez. Las remotas épocas de "vacas gordas" en la Argentina facilitaron una ficción de abundancia, porque era tan grande la acumulación de riqueza en círculos oligárquicos, que ello daba margen para la configuración de vastas clases intermedias cuyas migajas caían ampliamente en el plato de los desposeídos, de modo que mal o bien cada cual lograba no caer en el abismo de la miseria, aquella mishiadura que aniquiló a miles de argentinos durante la crisis estructural global de los años 30, y que tan textualmente quedó registrada en la poesía de Enrique Santos Discépolo (1901-1951). Escribió proféticamente: "He pretendido reflejar el momento de locura universal que atravesamos. El mundo marcha a la deriva... Se han roto los diques de la cordura y de la sensatez y la humanidad no encuentra los caminos de la dicha... El mundo inspira terror, el momento es de vértigo, de desorden, de catástrofe. La Tierra está incendiada por sus cuatro costados. Se quiere destruir para reconstruir. Estamos en plena locura..., el hombre mecánico desplaza a la humanidad. Azorado por los prodigios de la mecánica que rige el mundo, que se anticipa al porvenir en fantásticas demostraciones del ingenio humano en un afán demente por conquistar dinero, mi personaje compendia así la suerte de la sociedad futura: los pibes ya nacen por correspondencia y asoman del sobre sabiendo afanar".

Cuando la abundancia, aún la que se reparte injustamente, es reemplazada por la escasez, su administración pública es más salvaje, menos "generosa". Presupone el sacrificio de grandes sectores de la sociedad, en un esquema tipo naufragio, según el cual se vuelve necesario tirar del bote de goma a veinte para que presuntamente se salven cinco. Agravado ello por políticas que dictan contadores disfrazados de economistas, que sólo conocen el negocio de hacer "que las cuentas cierren", y de abogados metidos a dirigentes nacionales cuyo mayor empeño consiste en decidir qué sectores de la comunidad deben ir al matadero.

Administrar la escasez, en tiempos de egocentrismo patológico y de mitomanía retórica, consiste apenas en teñir a los cuervos con colores fluorescentes, para que parezcan inocentes canarios.

Cuando llegaron los conquistadores españoles, en estas pampas chatas o estas estepas patagónicas no existían imperios "precolombinos" de tipo azteca, maya o inca, sino algunas tribus nómades semidesnudas que pueden apreciarse en descoloridas fotos de ya extintos onas o yaganes. Millones de sacrificados inmigrantes que vinieron a "hacer la América" no conocieron jamás la abundancia, pero sí la plenitud del duro trabajo honrado. Hicieron familias, hijos, destinos de los cuales muchos de nosotros somos parte activa en estas épocas de hoy, tan grises, tan mentirosas. Al mismo tiempo, la hipocresía telúrica produjo un tipo de "argentoide" pasatista, cultor de distintas prebendas que antaño se llamaron "la coima, la cuña y el acomodo", propenso a "pararse con un golpe de suerte" en el hipódromo o la quiniela. Puesto que las novelas de Beatriz Guido sobre la "aristocracia" porteña decadente, los libros de Arturo Jauretche sobre el "medio pelo" y los "tilingos", y tantos tangos cuentan esa historia, no viene al caso reproducirla aquí. Propensos a enriquecerse y a disfrutar París, pero nunca a ser parte de la siembra de una Argentina inaugural, "como en navidad", según la imagen que nos dejó Marechal.

Al borde del mítico 2001, cuando se instalará una tripulación permanente en la Estación Espacial Internacional –preámbulo de la colonización de Marte– que construyen Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá, la Agencia Espacial Europea, Italia y Brasil, la Argentina luce como un vetusto navío a la deriva en algún agujero negro del cosmos. Con decenas de millares de argentinos finales que disponen de más datos sobre el arte de jugar al Pokemón o sobre la formación de Los Angeles Lakers, que sobre al arte de vivir honesta e intensamente. Una especie de "chorizo republic" pendiente de fabulosas inversiones extranjeras y de magníficas exportaciones comerciales...

¿Y si tales panaceas se demoran o no llegan a suceder? ¿Acaso nuestro destino será volvernos una nación de mendigos? No lo creo. No lo admito. No lo espero. En cambio, creo que vivimos en una época singular donde la única tarea digna consiste en convertir en realidad ciertas utopías. Somos una legión de desarraigados que todavía buscamos "hacer la América", pero no tomando a ese "hacer" como sinónimo de enriquecimiento veloz y cómodo, sino como disciplina de construcción solidaria.

Hace mucho tiempo, un desarraigado argelino-francés, Albert Camus, premio Nobel de Literatura, escribió: "Verdad es que se trata de una obra sin término. Pero aquí estamos nosotros para continuarla. No creo suficientemente en la razón para adherirme a la idea de progreso ni tampoco en ninguna filosofía de la Historia; pero al menos creo que los hombres nunca dejaron de avanzar en el proceso de adquirir conciencia de su destino. No hemos superado nuestra condición y sin embargo cada vez la conocemos mejor. Sabemos que nos hallamos en una situación contradictoria, pero también que tenemos que rechazar la contradicción y hacer todo lo que sea preciso para reducirla. Nuestro cometido de hombres estriba en hallar aquellas fórmulas capaces de apaciguar la angustia infinita de las almas libres. Tenemos que volver a coser aquello que se ha desgarrado, hacer nuevamente concebible la justicia en un mundo tan evidentemente injusto, para que vuelva a adquirir significación la felicidad para los pueblos envenenados por la infelicidad del siglo. Por cierto que se trata de un cometido sobrehumano. Pero el caso es que se llaman sobrehumanas aquellas tareas que los hombres cumplen en muy largo tiempo; he ahí todo".

La Argentina inaugural difícilmente brotará de los cenáculos materialistas de la Capital de la República. Deberá surgir desde el humus, desde el surco, desde las almas recónditas, fuera de los juegos de poder y de gloria. Desde el trasfondo del país donde más que las inversiones y los negocios bursátiles importa que coman los hambrientos y amen los solitarios. Donde sería posible la autosuficiencia alimentaria mediante el simple oficio de volver a hacer que la tierra produzca para el pan de cada día, y no para los negocios de "yuppies" especuladores. Donde se funden nuevos pueblos basados en las tecnologías apropiadas, la agricultura orgánica y las energías renovables. 

Comunidades-granja donde cada cual pueda sacar a luz lo que tiene de mejor, y no como sucede en las metrópolis insensatas, donde todo parece consistir en exteriorizar una vocación de fieras.

Entre la manada y la jauría, ritual masivo tan expandido por aquí, existe otra opción: la del hombre y la mujer empecinados en "angelizar" su ser en el mundo, en cultivar la elevación, no la decadencia. Como decía el poeta santafecino Miguel Brascó: "Primero serán 3, luego 6, después 12, 24, 48, 96, miríadas de mufados de ojos pacíficos, en vías ya de ser ángeles y de procrear ángeles por mero contagio, contacto, impacto y persuasión".

Marechal decía que veía a esta zona del mundo como la capital espiritual del planeta. No se equivocaba. Lo único que falta es empezar a fundarla.