Nacen en todo el
mundo criaturas con la misión de pacificar a la humanidad
AMANECER DE LOS NIÑOS ÍNDIGO
No se trata de un fenómeno sobrenatural ni se
inscribe en los parámetros de la ciencia-ficción. Es un dato concreto de la
realidad. Durante los últimos veinte años se ha verificado el nacimiento
incesante de niños "diferentes", que en primera instancia causan
estupor o desconcierto en sus padres, dado que a medida que crecen sus
conductas no responden a todo lo que el mundo de los adultos da por
sobreentendido. Literalmente, no calzan en los moldes preestablecidos.
Durante las últimas dos décadas, médicos pediatras, educadores y asistentes
sociales vienen siendo testigos de un fenómeno infantil que no registra
antecedentes en los anales de la medicina y la pedagogía. Se trata de la
irrupción de una nueva especie de criaturas que poseen características
espirituales, anímicas y motrices muy diferenciadas de lo que tradicionalmente
se consolidó a través de la cultura humana.
Varios libros algo distantes, publicados en Estados
Unidos y Europa, han abordado el fenómeno y coinciden en utilizar una
denominación común para estos seres sorprendentes: los llaman Niños Índigo.
En lo que
se refiere a su desempeño cotidiano, y esto ya empieza a ser advertido
claramente cuando comienzan a ser "socializados" en el jardín de
infantes, en general estos niños evidencian por una parte falta de
concentración o de atención, y por otra parte se distinguen por lo que
técnicamente la pediatría denomina hiperactividad. Tanto en el jardín
como en su hogar, se desentienden de las pautas que intentan concretar los
mayores y al mismo tiempo manifiestan un dinamismo físico desmesurado y resulta
casi imposible mantenerlos callados. Esto último ha impuesto en todo el mundo
el uso de una droga cada día más corriente, denominada metilfenidato.
Una de los primeras referencias sobre este fenómeno
generacional fue efectuada hace más de una década por el espiritualista
estadounidense Drúnvalo Melchizedek, quien indicó que a partir de 1982 habían
comenzado a nacer muchos niños con el "tercer ojo" abierto, o sea,
con una activación incentivada de lo que en Occidente conocemos como
"intuición" o "sexto sentido". Posteriormente, cuando ya se
utilizaba ampliamente la denominación "niños del nuevo sueño", el
mismo explorador de la consciencia humana declaró: "Hay tres tipos de
niños que emergen hoy en el mundo. Los primeros aparecen en China desde 1984 y
son llamados ‘niños super-psíquicos’. Los segundos son los ‘niños Índigo’. Y
los demás se clasifican como ‘niños del sida’, que nacieron en Estados Unidos
infectados por sus progenitores y hasta los seis años eran seropositivos. Y de
pronto, el HIV desaparecía. El primer caso fue estudiado por la Universidad de California
en Los Ángeles, y se descubrió que, a diferencia de todos los mortales, en el
su código genético (ADN) poseían cuatro ácidos nucleicos adicionales. O sea,
traen un sistema inmunológico fortalecido".
Las novedades de 1982 fueron documentadas por la
investigadora estadounidense Nancy Ann Tappe, quien en su libro Understanding your life through color (Entendiendo su vida mediante el
color) describía el advenimiento de niños con un "aura" (campo
electromagnético de los seres humanos) de color violáceo o índigo. Tappe posee
el don de ver naturalmente dichos campos, y afirmaba que la humanidad estaba
ante un fenómeno sin precedentes.
Hoy se
multiplican informes y libros sobre la temática de los niños Índigo en todo el
mundo. Todos aseveran que ellos poseen atributos psicológicos insólitos,
evidencian una elevada sensibilidad y llegan a nuestro mundo con la misión de
promover un nuevo entendimiento en la especie humana. Se afirma que
progresivamente su número crecerá velozmente en el planeta entero y que —comenzando
por sus familias y siguiendo por los establecimientos escolares que frecuenten
antes de llegar a la vida adulta— impulsarán la creación de una nueva sociedad
basada en la honestidad, la solidaridad y el amor.
Momentáneamente, dado el grado de sutileza emocional de
los niños Índigo y los procesos convulsivos y destructivos del mundo actual,
muchos de ellos evidencian actitudes que los pediatras rotulan como
distracción, hiperactividad o inclusive autismo (retracción personal). Pero en
medio de esta vorágine algo debe ser resaltado de modo inequívoco: no todos los Índigo son ADD/ADHD y tampoco todas las criaturas con ADD/ADHD son niños Índigo.
En su
libro The Indigo Children, publicado en Estados Unidos en mayo de
1999, los investigadores Jan Tober y Lee Carroll destacan que no se trata
apenas de un fenómeno estadounidense, y que ya los han detectado en tres
continentes. Su nacimiento no depende del grado cultural de sus padres ni de su
posición social. Y resaltan que "los medios de comunicación social se
abstuvieron de prestarle atención al tema porque no pueden admitir que esté
naciendo una generación con la finalidad de transformar la sociedad, esta
sociedad que presuntamente constituye un modelo estático e inmutable".
Todos los profesionales que aportaron estudios al libro de Tober y Lee lo
hicieron con la intención de proporcionar a los padres y educadores de los
niños Índigo herramientas útiles para una convivencia creativa y, al mismo
tiempo, para evitarles padecimientos innecesarios a quienes dentro de una
generación estarían en condiciones de alterar —para mucho mejor— el calamitoso
estado de nuestro mundo.
METILFENIDATO VERSUS ADD/ADHD
En
inglés, la sigla ADD se refiere al Trastorno por Déficit de Atención (attention deficit disorder) y el
ADHD indica Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (attention deficit hyperactive disorder).
En Estados Unidos, ambas perturbaciones son caratuladas como "desórdenes
neurológicos", y ya son tan comunes que afectan a unos dos millones de
niños (el 5 por ciento de la población infantil). Se estima que por lo menos en
cada aula de la enseñanza preescolar y primaria hay un niño con tal
problemática, lo cual dificulta su desempeño en la clase y en los demás marcos
sociales.
Ante
estas circunstancias, los expertos se muestran trabados y desconcertados porque
no logran ponerse de acuerdo sobre las causas exactas del ADD/ADHD. Tanto una
conferencia de especialistas realizada en 1998 por los Institutos Nacionales
del Salud, como otra de la Academia Americana de Pediatría en 2000, llegaron
a la conclusión de que "no existen bases biológicas conocidas para tales
afecciones". Un destacado neurólogo señaló: "Cuando más se estudia la
hiperactividad o el ADD, menos certeza se tiene de lo que son, o si se trata de
un millar de situaciones diferentes llamadas de la misma manera".
A lo cual
agregó otro neurólogo: "No hemos identificado una causa única del ADHD, y
de hecho probablemente un día se probará que es un término paraguas para una
cantidad de desórdenes asociados".
En consecuencia, según los mayores especialistas, el mecanismo exacto que
dispara el ADD es desconocido y el criterio de que el ADHD no es un síndrome
comprobado tiene muchos adeptos, tanto médicos como educadores. No obstante,
exista o no tal síndrome, resulta claro que muchos niños tienen dificultades en
la escuela por su incapacidad de prestar atención. De allí el uso masivo de
metilfenidato, para atenuar el auge de la hiperactividad infantil.
Dado que
las hipótesis de los expertos son muy variadas, ello crea mucha más angustia y
confusión entre los padres y los niños que padecen los síntomas. Por ejemplo, la Asociación Pedriática
Americana elaboró una lista con catorce indicadores, de los cuales por lo menos
ocho deben estar presentes para que se diagnostique que un niño padece
ADD/ADHD. Ellos son: 1) mueven a menudo nerviosamente sus manos y sus pies, o
se contorsionan cuando están sentados; 2) tienen dificultad en permanecer
sentados cuando les es requerido; 3) se distraen fácilmente ante estímulos
externos; 4) tienen dificultad en esperar su turno durante los juegos u otras
actividades grupales; 5) con frecuencia emiten respuestas abruptas antes de que
se hayan completado las preguntas; 6) tienen dificultad en seguir las
instrucciones; 7) tienen dificultad en mantener la atención durante juegos o
tareas; 8) suelen pasar de una actividad incompleta a otra; 9) no logran jugar
con calma; 10) suelen hablar en exceso; 11) suelen interrumpir o avasallar a
los demás; 12) suelen no escuchar lo que se está diciendo; 13) suelen olvidar
los elementos necesarios para las tareas; 14) suelen envolverse en actividades
peligrosas sin considerar las posibles consecuencias.
En EE.
UU, numerosos padres comienzan a negarse a utilizar el metilfenidato por sus
frecuentes efectos colaterales: nerviosismo, insomnio, pérdida de apetito,
náuseas, palpitaciones, cefaleas, erupciones cutáneas, problemas digestivos y
estados de depresión.
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